Para la gente de Las Palmas, mi libro está ya disponible en las librerías Canaima (C/ Senador Castillo Olivares nº 7) y Sinopsis (C/ Perdomo nº 6).
En el resto de España por ahora se puede conseguir a través de la página de Ediciones Dauro, con gastos de envío gratuitos (http://www.edicionesdauro.com/articulo/581-COMPENDIO_DE_MUNDOS.html)
A continuación pongo enlaces a algunas librerías de la Península donde se pueden conseguir:
Librería Edisofer, en Madrid: http://www.edisofer.com/Catalogo/Libro/9788416340118/compendio-de-mundos
Librería Proteo, en Málaga: https://www.libreriaproteo.com/libro/ver/id/1576229/titulo/compendio-de-mundos.html
Librerías Ojanguren, en Oviedo: http://www.ojanguren.com/buscar/?isbn=978-84-16340-11-8
Librería Popular Libros, en Albacete: http://www.popularlibros.com/libros/compendio-de-mundos/731755/978-84-16340-11-8
Librería Gómez Técnica, en Pamplona: http://www.libreriagomez.com/telefono-libreria-gomez-pio12-35.html
Librería Agapea: http://www.agapea.com/libros/Compendio-de-mundos-9788416340118-i.htm
A medida que vaya teniendo más información la iré publicando. ¡Un saludo para todos!
miércoles, 22 de abril de 2015
jueves, 16 de abril de 2015
El Alma del Vein
A continuación, un pequeño relato basado en la genial saga Dominadores de Almas, de Mélani Garzón Sousa.
El Alma del Vein
Había tenido una mañana
desastrosa. Aún no me lo podía creer, temblaba por lo sucedido. Estaba
dirigiendo al trabajo, como cada día, cuando un hombre se cruzó en mi camino.
No pude desviar el coche y lo terminé atropellando, inevitablemente. Recordaba
el impacto con tanta intensidad como si hubiese sido yo el que le embistió
directamente, hasta noté un escalofrío recorriendo mi cuerpo. Salí a
socorrerle, mientras avisaba a los servicios de urgencias, pero ya era tarde
para él. Las siguientes horas corrieron en una amalgama de sirenas, técnicos
retirando el cuerpo, policías interrogándome y finalmente pude volver a mi casa
en taxi, ya que el vehículo accidentado había sido retirado por una grúa. Abrí
la puerta de mi casa, con una sensación de jaqueca atenazándome. Una jaqueca
que había comenzado como una ligera molestia, horas atrás. Me vendrá bien
descansar un poco. Dejé las llaves sobre el recibidor, mientras anunciaba a mi
familia mi prematuro regreso.
-Cariño, estoy en casa.
-¿Y eso, amor? ¿Cómo es
que has llegado tan pronto?- Preguntó con extrañeza mi mujer, saliendo al
pasillo.
-Ni te creerías lo que
me ha pasado...- Comencé a explicarle, cortándome en seco al ver venir a
nuestra sonriente hija a saludarme.
Todo mi cuerpo se puso
en tensión de forma automática. Empecé a respirar muy fuerte, mientras sentía
como mi cerebro se embotaba. "Mátala", me susurraba una angelical voz
interior, "Acaba con esa aberración que no debería existir". Una
alarma se me disparó. ¿Cómo demonios podía estar pensando en serio en matar a
mi hija? ¿Es qué acaso estaba loco? "No, no, pequeño", desmintió con
dulzura, "Es un monstruo disfrazado, un peligro para el mundo. Tú solo
déjate llevar y todo habrá acabado pronto". Intenté resistirme, pero mi
cuerpo no me respondía. Jadeé con fuerza, sofocado. Me sentía como si estuviera
en pleno desierto, aunque no sudaba. Tanto mi hija como mi esposa me miraban
aterrorizadas.
-Amor..., ¿qué te
ocurre? ¿Estás bien?
Una neblina roja
enturbió mi visión, mientras me abalancé sobre mi pequeña. ¡Huye! Quise gritar
eso, pero en su lugar oí un rugido más propio de un animal que de una persona
surgir de mi garganta. Mi cuerpo era como una marioneta que yo no podía
manejar. Todo a partir de ese momento me pareció un sueño. Era como si viese
sin ver realmente. Como si estuviese dormido estando despierto. Fugaces
imágenes penetraban mi subconsciente. Mi mujer interponiéndose entre mi hija y
yo. Ella desplomada contra la pared, con el cuello roto. Mi niña corriendo, con
el terror pintado en sus inocentes ojos. El reflejo en el espejo del pasillo de
un monstruo de piel rojiza, venas hinchadas, temibles ojos carmesí y
desencajado rostro persiguiendo a mi niña. Ella sacando unas pequeñas alas
blancas, como un verdadero ángel, tratando de desvanecerse de mi vista. Un
fuerte tirón de una mano, que más se asemejaba a una garra, haciéndola caer al
suelo.
-Papá... Por favor...-
Oí un trémulo sonido, suplicante.
A duras penas pude
imponerme un momento a la ensoñación. Lo suficiente para verme sobre mi hija,
con mis manos encarnadas marcadas por gruesas venas rodeando su pálido cuello.
Horrorizado, traté de separarlas, mas en vano. Temblaba ostensiblemente,
tratando de luchar con ese instinto asesino que me invadía. La presión en mi
cabeza se hizo más fuerte, y la antaño amable sugerencia se tornó en una dura e
incuestionable orden. "Mátala". Me volví a sumergir en esa extraña semiinconsciencia,
sintiendo como alzaba la cabeza de mi hija del suelo unos centímetros. Lo
último que recuerdo antes de desconectarme por completo fue un sonoro crujido.
Parpadeé. Mi cuerpo me
respondía de forma normal, como siempre. Antes de poder preguntarme si todo
había sido un mal sueño o no me encontré ante un horror que hizo que mis ojos
se desorbitasen. Debajo de mí se encontraba mi niña. Con la cabeza abierta,
mientras un torrente de su esencia vital se vertía por el suelo. Mi labio
temblaba ostentosamente, mientras las lágrimas se derramaban caudalosamente por
mis mejillas, uniéndose al lago carmesí que se había formado. La alcé,
mojándome por completo del cálido y pegajoso líquido, estrechándola contra mí.
-Mi...Mi...Mi
pequeña...- Lloraba amargamente.
¿Cómo había sido capaz
de hacerle eso a ella? A mi vida, la razón de mi existencia. Lo más importante
para mí había desaparecido. Y lo peor es que era yo el que había segado su
existencia. "Buen trabajo", me susurró la tan odiada voz, recobrando
su dulzura. juraría que había un deje burlón en sus palabras.
-¿Por qué me..., has
hecho hacer esto?
Pero nadie me respondió.
A lo mejor me había vuelto loco. Si no fuera porque estaba allí, sujetando el
cadáver de mi propia sangre, pensaría que había sido obra de otro. Pero ese
sueño irreal que había tenido se había materializado como la peor de mis
pesadillas. Lloré hasta que me dolieron los ojos, con el corazón martilleando
mi pecho a un ritmo desenfrenado, pero sin soltarla. Ese día, a esa hora mi
alma desapareció para siempre, diluida en la roja oscuridad de un mal que se
había apoderado de mí, esclavizándome para sus perversos propósitos. Un mal de
engañosos ojos violetas.
jueves, 9 de abril de 2015
Testigo Inesperado
A continuación, otro relato de la antología "Compendio de Mundos":
TESTIGO INESPERADO
Mi paseo nocturno me había llevado a la periferia de mis dominios. Dominios
simbólicos, claro, ya que no era dueño nominal de las oscuras calles. Caminaba elegantemente con paso despreocupado por solitarias calles iluminadas por exiguas luces. Poco me importa, en cualquier caso veo bastante bien de noche. Dejando atrás el
clásico empedrado me iba adentrando en zonas más modernas de la ciudad y por tanto,
más bulliciosas. Mi gusto caprichoso
me
había impulsado a acudir, en contra de lo que era normal en mí. Las luces se había tornado más brillantes, y
por todas partes
bullían multitudes. Pasé velozmente entre ellos, hasta acercarme a la zona qué frecuentaban los jóvenes. Un grupo de chicas se me quedó mirando mientras pasaba a su lado. Les
devolví una brillante mirada
de mis ojos verde intenso,
haciendo que sonrieran, prendadas. Una incluso hizo un gesto que indicaba que quería acercárseme.
Pero para entonces yo ya seguía mi camino. No estoy interesado en recibir cariño ahora. Quizás
en otro momento. Al
fin
y
al cabo tenía
un
encanto innato que atraía
al género femenino. Esbocé una sonrisa que dejó entrever mis puntiagudos colmillos. Por suerte ya había comido, así que no debía preocuparme de cazar. Busqué un callejón solitario donde
relajarme un rato, ya que tanto ruido comenzaba
a molestarme.
Por
suerte el objeto de mi
búsqueda estaba cercano. En el oscuro callejón tan solo penetraba la luz de una creciente luna, que parecía sonreírme, a mí, su compañero de andanzas.
Encontré una balconada fácilmente accesible y que tenía toda la pinta de llevar abandonada
mucho tiempo. Con la agilidad propia de un atleta me encaramé a ella y me acomodé.
Las horas pasaban mientras hacía el perezoso impunemente
y con total libertad. El
frescor de la noche siempre me ha resultado placentero.
Mis
ojos ya empezaban a cerrarse, dispuestos a sumir a mi cuerpo en un agradable
descanso cuando alguien
invadió el callejón. No me gustaban las sorpresas,
así
que me vi obligado a
desperezarme. Una pareja, o eso parecía. Destilaban tanta pasión que podía olerla desde
aquí. Se encontraban en plena faena, pero no era nada que no hubiera visto antes, así
que me iba a disponer a ignorarlos cuando algo me llamó la atención. Ese chico. Tenía
un aire inconfundible...,a depredador. Los que tenemos alma de predadores nos reconocemos fácilmente. Cambié de posición para observarlos mejor. Me revolví el
pelirrojo cabello sin llegar a cerrar los ojos completamente,
pues no quería perderme
detalle. No parecía que fuera a pasar nada..., hasta que el hombre
sacó de forma casi imperceptible una aguja de su bolsillo y le dio un pinchazo a su pareja en el cuello,
dejando caer casi al momento el objeto. Lo hizo con tal habilidad y rapidez que posiblemente un
ojo normal
no
lo habría
percibido
claramente. Pero
nadie
podía engañar a mis ojos, superiores a los humanos. Una puntiaguda
sonrisa se abría en mi
rostro. La muchacha parecía sorprendida, pero por un momento no pasó nada. Entonces
abrió mucho
los
ojos pareció resbalar contra la pared del callejón. Él se apartó,
pero sin desviar la mirada de ella. Interesante. No perdía detalle de la escena. Podía apreciar como la vida escapaba rápidamente de la joven. El fin llegó pronto. El asesino recogió
su "arma" y la guardó. Luego miró a su alrededor,
seguramente para cerciorarse de
que nadie lo había visto. Por suerte las sombras me ocultaban oportunamente, y cuando yo no quería ser visto así era. Encendió un detestable
cigarro y se agachó para cerrar los ojos de su víctima. "Qué
gesto tan humano", pensé con ironía, mientras movía mi cola con ademán perezoso.
Después se fue, sin prisa aparente. Parece que la función ha
terminado.
Sólo quedaba que alguien recogiera
el
cuerpo de la actriz, pero no iba a quedarme a verlo. El tedio se había vuelto a apoderar de mí. Era hora de volver a "casa". Eché un último vistazo al cuerpo desmadejado de la chica. Tenía unos ojos casi tan bonitos como los míos, que lástima. A lo lejos un perro aulló. Se me erizó el pelo, no aguantaba ese sonido tan desagradable. Ya apenas quedaba nadie por las calles, por
lo
que el paseo se hizo más agradable. Pasando por delante de los escaparates me detuve ante uno particularmente reflectante. Me devolvió una imagen de pelaje pelirrojo ligeramente
rayado, ojos verdes como el jade y rasgados elegantemente, unas afiladas
garras, dientes agudos,
orejas redondeadas y una cola estilizada. Me agradaba esa
imagen. Retomé el camino hacia mis verdaderos dominios, pero no sin antes dedicarle a
la
siempre vigilante luna una sonrisa pícara y decirle sarcásticamente "Miau".
Suscribirse a:
Entradas (Atom)