El dolor le recorría. Jadeaba, tratando
de recuperar el ansiado aliento. Miró a su temible rival con desespero. Su
terrible risa llegaba a los oídos de él. Era un guerrero nato, mientras que él
no pasaba de ser un erudito. Pero las leyes eran claras en ese respecto. Había
sido retado y tenía que responder. El negarse no era una opción. Consiguió
incorporarse, a pesar de haber sido sometido a una brutal paliza. Al fin y al
cabo seguía siendo un démoni, no era tan débil como para caer derrotado por
unos pocos golpes. Se llevó los brazos al estómago, mientras escupía un chorro
de sangre. Pugnó por mantenerse en pie. Si la pelea no terminaba pronto
posiblemente moriría..., pero no podía...
Ella apretaba los puños con fuerza.
Sentía tanta ira y dolor recorriéndola que sentía que iba a explotar...,
literalmente. Había tratado de hablar con la Reina, para impedir este absurdo
combate, pero no había servido de nada. Y ahora tenía que ver a la persona que
amaba sufrir a manos de ese bruto y estúpido monstruo. Servidor de las brujas y
amante de una de las brujas más poderosas, contaba con un rango bastante
destacado. Y para hacerse lucir más eligió machacar a un démoni que se dedicaba
al saber en lugar de a la guerra. Maldito bastardo. Notaba como las llamas
empezaban a nacer en sus puños, sin querer contenerlas. El propio Rey de los
Démoni no hacia más que observar la escena con una ligera sonrisa...,¿acaso no
le preocupaba el destino de uno de los suyos? Dio un paso adelante, hacia el
campo de batalla. Una mano se posó en su hombro, a modo de advertencia. Pero no
quería saber nada de eso, no ahora. Echó a correr, sin que pudieran detenerla
mientras su cuerpo se inflamaba en llamas. Ante los ojos sorprendidos de los
combatientes y los espectadores se plantó en medio de ambos, protegiendo al
démoni.
-¿Pero qué estás haciendo...?-Consiguió
preguntar él.
-¡No pienso dejar que te maten! ¡Yo
mismo lo detendré si es necesario!- Contestó furibunda ella.
-No puedes...
-¡Haré lo que quiera!
Las llamas aumentaron de intensidad,
haciendo que el coloso enemigo vacilase. No parecía tan dispuesto a enfrentarse
a una bruja enfadada. Entonces sus llamas se esfumaron y cayó de rodillas. No
podía moverse. Maldición..., la Reina... El bruto sonrió, y creciendo en tamaño
se lanzó contra ellos, sabiendo que la bruja era inofensiva. Su mazo se elevó,
dispuesto a estrellarse contra sus indefensos rivales...
¡Maldición! ¿Por qué diablos tenía que
ser tan impulsiva? Si no hacía algo, moriría..., pero...,¡al carajo con los
peros! ¡Ella era más importante que el propio mundo! Y no tenía casi tiempo.
- Liberación.
Su alma aumentó, saliéndose de su propio
cuerpo. Había liberado su verdadero poder. Las heridas se empezaron a curar. Y
en un segundo se plantó ante su enemigo, deteniendo con la mano su arma. La
oscuridad envolvía su cuerpo, mientras una máscara blanca apareció en su cara.
Frunció el ceño. Odiaba mostrar su poder. Su enemigo parecía confundido. Antes
de que reaccionase, extendió su brazo y lo introdujo en el pecho de su enemigo,
que empezó a chillar. Intentó liberarse, pero la presa era inamovible. No había
daño físico, pero no era esa su intención. Lentamente empezó a retraer su
brazo..., y con él, el espíritu de su rival. Pronto estuvo completamente fuera,
semitransparente e irradiando energía vital. Lo condensó en forma de una
pequeña bola que cabía en su palma. El coloso cayó de rodillas, deshaciéndose
en polvo. En pocos segundos quedó reducido a la nada. Observó con indiferencia
la pequeña bola que tenía en su mano, para posar luego la mirada en el público.
Su Rey mostraba una amplia sonrisa, lo cual le quitó una preocupación de
encima..., parecía que no estaba enfadado. La Reina de las brujas en cambio
parecía desconcertada, lo cual no era raro, pues no abundaban guerreros de la
Muerte en estos tiempos. Después se arrodilló al lado de ella, que lo miraba
con un asombro aún mayor, pero aún no era capaz de moverse. Se arrancó la
máscara, para que ella pudiera ver su rostro.
No podía creerlo. Ante sus ojos se
alzaba un imponente guerrero de la Muerte. Nunca hubiera pensado que ese fuera
el poder del démoni...., pero claro, nunca se lo había preguntado. Notaba que
la parálisis empezaba a remitir. La mano de él acarició suavemente su barbilla,
produciéndole un extraño efecto, como un cosquilleo interno. No puede evitar
pensar con un estremecimiento que esos mismos dedos habían arrancado un alma de
un ser monstruoso con una facilidad pasmosa. Se sorprendió al comprobar que
sendos regueros de lágrimas corrían por sus mejillas, mientras su cara contenía
un gesto de ira.
-¿Estás...?
-¡Cállate!-La interrumpió con un potente
grito. Ella se quedó muda de la impresión. Se le erizó la piel al notar la
violenta expansión del alma de éste.-¿¡Se puede saber en qué cojones pensabas!?
¡Estaban a punto de matarte por una gilipollez!
-¡A ti también!-Respondió ella,
encendiéndose, mientras se ponía en pie. Lágrimas ardientes surgieron a medida
que hablaba-¿¡Crees acaso por un solo instante que iba a permitir que te
masacrasen, imbécil!? ¿¡Cómo hostias iba a saber que eras un puto guerrero de
la Muerte!? ¡Soy bruja, no adivina!
Él pareció calmarse, quedándose en
silencio. Su poder pareció rebajarse ante los sentidos de todos. Se quedaron
mirándose a los ojos lo que les pareció una eternidad, sus iris rojo sangre y
los suyos, negro alabastro. Hacía rato que todo rastro de lágrima se había
desvanecido, perdidas en los profundos sentimientos que comenzaban a aflorar.
No había mucho que decir, sus miradas ya hablaban suficiente por ellos. Se unieron
en un intenso abrazo que apretó aún más el lazo que se había formado entre
ellos. Unas palmadas, interrumpieron este momento. Se separaron y miraron la
fuente del sonido. Era el Rey Démoni, que se había adelantado unos pasos,
mientras aplaudía y esbozaba esa sonrisa tan característicamente suya.
-Ha sido una demostración realmente
impresionante, sin duda.-Dijo mientras sonreía con sus afilados dientes.-Dudaba
de que fueras realmente a mostrarte. Pero parece ser que es posible con la
adecuada...,motivación.-Terminó de decir, con la vista puesta en la chica.
La Reina de las Brujas no decía nada,
sus labios estaban inmóviles en una fina línea, y su rostro quedaba oculto tras
un antifaz. Si aún no la había castigado por su insolencia seguramente
significaba que la había perdonado, de otro modo ya estaría muerta. Sin embargo
una de las Nobles estaba temblando de rabia. Y no era para menos, pues le
acababan de arrancar el alma a su amante y reducido su cuerpo a cenizas.
-¡Pagarás caro por esto, cabronazo! ¡Devuélveme
el alma de mi prometido!
El chico observó con tranquilidad la
esfera que tenía en su mano y de un ligero lanzamiento la metió en su boca y la
engullo. Sus oscuros ojos se fijaron en la atónita Noble y con voz carente de
sentimiento dijo:
-Tarde.
Con un grito de rabia, la Noble se
preparó para atacar, reuniendo unas esferas mágicas chispeantes en sus manos
que lanzó contra el démoni. Un muro de fuego bloqueó el ataque. El chico ni se
inmutó ante los acontecimientos. Su chica ardía, mientras su rival preparaba
otro ataque. Se dirigió a su rey:
-¿Me das permiso para atacar?
-Mmm...Me temo que no es posible. No
quisiera que mataras a una Noble de las Brujas. Dudo que su Reina se lo tomara
bien. Dicho esto...Majestad..., si hiciera el favor...
Esta asintió levemente y susurró una
única palabra, pero muy cargada de fuerza:
-Para.
El ataque de la Noble se detuvo en seco.
Miró a su Reina con aire suplicante.
-¡Pero Majestad...!
Una glaciar mirada la interrumpió. La
chica se vio obligada a bajar la vista y retroceder. Luego la Reina se dirigió
al guerrero:
-Mis felicitaciones, guerrero erudito.
Ha sido una demostración impresionante de poder que nadie esperaba, mas las
reglas están claras. El vencedor tiene potestad absoluta sobre la vida del
derrotado. Tú y los tuyos...,disfrutad de nuestra hospitalidad.
Luego se retiró, seguida de su séquito
de Nobles y del Rey junto a su escolta. Al poco, quedaron solo ellos dos sobre
el improvisado campo de batalla.
-¿Cuándo pensabas decírmelo?
-No es tan fácil...No sabes lo que
implica ser lo que soy.
-¿Por qué no me lo explicas? Peleas muy
bien para ser un erudito.
El se encogió de hombros, mientras
sonreía.
-Soy principalmente un pensador y
científico. No es mi culpa que mis poderes sean más propios de un guerrero.
Ella no pudo evitar reírse. Se pasó la
mano por el cabello pelirrojo, mientras sacudía la cabeza.
-Eres un caso perdido.
-Lo sé, mi querida brujita.
Ella se acercó a él, y le obligó a sentarse
en el suelo mientras se mordía el labio con aire pícaro. Luego se sentó encima
de él. Sus brazos la rodearon por la cintura, atrayéndola más aún para sí,
quedando sus caras a escasos centímetros.
-¿Me perdonas?-Susurró él.
-No hay nada que perdonar, amor
mío.-Respondió ella quedamente.-Tan solo calla y bésame.
Sus labios se buscaron rápidamente, como
habían hecho en múltiples veces anteriores. Se juntaron apasionadamente, en un
ardiente beso que de forma efímera les pareció una dulce eternidad.